Padre Ildefonso (sacerdote diocesano de Granada, España)

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Soy el Padre Ildefonso Fernández-Fígares, sacerdote diocesano de Granada (España).  Y he venido por primera vez de peregrinación a Medjugorje. Me enteré de la existencia de Medjugorje hace, aproximadamente, unos veintitantos años, con un libro de varios autores que hablaban de sus peregrinaciones y por el testimonio que ha ido llegándome, de muchísima gente, sobre su experiencia y, en muchos casos, sobre su conversión y reencuentro con Jesucristo. 

A priori, mi postura era bastante abierta a todo el fenómeno de Medjugorje porque entiendo que el Cielo está presente en medio de nosotros a través de Jesucristo y de su Iglesia y que la Virgen María es un instrumento, que ya nos dio Jesucristo en la Cruz, que nos acompaña a toda la Iglesia y a Sus hijos.  De primeras, es un fenómeno que no conocía ni en su historia ni en sus pormenores, pero estaba abierto a esa posibilidad, porque Dios siempre actúa en favor de nosotros.

Mi peregrinación ha sido preciosa. Me voy lleno de Dios. He experimentado cómo la Virgen María me ayuda nuevamente, en el ministerio sacerdotal, a valorar lo que siempre he querido: la Eucaristía, la oración, la belleza de la confesión; la que yo necesito en propio ministerio y la que podemos ofrecer al pueblo de Dios.  También el Rosario, el ayuno, la limosna y los fundamentos de la vida cristiana.  La Virgen María, en distintas situaciones a lo largo de la historia, nos lleva continuamente al centro de la fe, que es Cristo. 

Lo que más me ha gustado de Medjugorje es que he visto la fe viva del pueblo de Dios, especialmente la vivencia de los sacramentos y me he quedado conmovido por cómo viven miles de personas la adoración eucarística con un silencio contemplativo, con una actitud verdaderamente orante. De los muchos sitios bonitos que tiene Medjugorje, me quedaría con las dos montañas: la de las apariciones y la montaña de la cruz, donde el propio camino ascendente y dificultoso es una imagen preciosa de esa presencia de Dios a lo largo de nuestra vida, con sus dificultades, sus obstáculos y sus riquezas. Y también refleja esa presencia de Dios, que la montaña ha producido en el hombre, como lugar de encuentro con Dios vivo. 

Esta peregrinación a Medjugorje me ayuda en mi ministerio sacerdotal porque confirma lo que es la fe viva de la Iglesia y el fundamento que se contiene en la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio. Estas apariciones, igual que otras, más allá del hecho de que unos estén más abiertos a creer en ellas o no, nos llevan siempre al centro de la fe, que es la fe de Iglesia. Y eso me lo llevo yo, para seguir ahondando en mi ministerio, día a día, porque ahí Dios también nos habla, a través de los sacramentos, de la Sagrada Escritura, a través de la predicación y del Santo Rosario. Dios habla al hombre, Dios habla al mundo. Y, por eso, esta peregrinación ha servido para que mi ministerio, que ya vivía con alegría, pueda ser revitalizado para poder servir mejor al pueblo de Dios. 

Vivir esta peregrinación con tanta diversidad de personas, familias, muchísimos niños, personas con algunas dificultades físicas, ha sido una riqueza, porque hemos podido tener una experiencia de Iglesia, de ayuda mutua, de caminar juntos, de adaptarnos a los procesos de cada uno. Hemos rezado juntos, hemos reído juntos y también hemos  sufrido juntos en esa subida por el vía crucis hacia la cruz de la montaña. Ha sido muy enriquecedor poder sentirme cristiano como ellos y, al mismo tiempo, pastor a su lado. 

Animaría a venir a Medjugorje a todos pero, particularmente, a los jóvenes porque no les va a quitar nada y sí les puede añadir mucho, a poder vivir la fe de la Iglesia de una manera viva, sencilla, grande; más allá de que el joven que esté planteándose venir sea más reacio a todo el tema de las apariciones o no. Al venir aquí va a encontrarse con la ayuda de la Virgen María para poder ver cómo es la Iglesia. Una Iglesia orante, pero también activa, que hace de la fe una obra de caridad, un servicio a los demás. Y poder hacerlo juntos, con otros muchos jóvenes o personas de distintas edades, de distintas nacionalidades. Será un enriquecimiento. Si hay algún joven que tiene alguna duda o que está discerniendo sobre su camino vocacional, creo que puede ser un lugar adecuado para poder ver la obra de Dios en medio de nosotros a través de esta historia tan bella de Medjugorje. 

A aquellas personas, incluso sacerdotes, que sean más reacios a venir a Medjugorje, yo les diría que la fe y la Revelación ya se nos han dado, por tanto, venir a Medjugorje no anula nada de lo que somos sino que puede ayudar a poder redescubrirlo, por  lo tanto,  perder, no se va a perder nada, pero ganar, se puede ganar mucho. Más allá de la cuestión de “apariciones sí”, “apariciones no”, “me cuesta más”, “me cuesta menos”, venir a Medjugorje es poder venir a un lugar donde, en su conjunto, vemos la Iglesia de Cristo vivo y resucitado; porque Cristo está vivo y resucitado.

 

Medjugorje, junio 2022.

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